Santa Rosa Filipina Duchesne se inmoló hasta sus últimas fuerzas por llevar educación a la niñez

Fiesta de Santa Rosa Filipina Duchesne

Hoy, 18 de noviembre, la Sociedad del Sagrado Corazón de Jesús y todas las comunidades que viven su obra y siguen su carisma, recuerdan el nacimiento a la Vida Eterna de santa Rosa Filipina Duchesne. Ella, junto a las hermanas Eugénie Audé, Octavia Berthold, Marguerite Manteau, y Catherine Lamarre cruzaron por primera vez el Atlántico en el navío Rebecca para traer la misión de educación de la mujer al Nuevo Mundo. Así, un día como hoy de 1852, caía en la tierra del estado de Misuri (EEUU), como semilla que pierde la vida para dar mucho fruto, a sus 82 años de edad luego de haber trabajado incansablemente por treinta y cuatro años.

El evangelio para esta fiesta nos presenta al apóstol que dio nombre a nuestra santa cuando fue bautizada: Felipe es abordado por unos “gentiles”, es decir, por unos que no creían en el Dios del Judaísmo, Yahvéh, porque deseaban conocer a Jesús. El Maestro, cuyo mensaje y obras proclamaban la encarnación de la Misericordia de ese Dios en la sociedad, al enterarse de este deseo por Felipe y Andrés, entiende que es el momento en que Él sea glorificado. Pero, ¿en qué consiste esa gloria?

De inmediato, Jesús explica que el camino de la gloria, ese camino que él mismo recorrerá, será dar la vida… perderla buscando el bien de los demás. Cuando exclama que, “El que se ama a sí mismo, se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se guardará para la vida eterna” (v. 25), el Maestro no invoca un tipo de masoquismo que desdeña el autocuidado, no. Invoca, a la manera semita, que nuestro ser, todas nuestras fuerzas, toda la energía que nos da el amor que recibimos, debe estar al servicio de la salvación de la humanidad. Por ello puede asegurar: “El que quiera servirme, que me siga y donde esté yo, allí también estará mi servidor” (v. 26). Esa, sin duda, fue la inspiración de santa Rosa Filipina quien, llevando también desde su bautismo el nombre de la primera santa canonizada de América (santa Rosa de Lima) como servidora de Jesús, quiso estar donde estaba su Corazón Sagrado: en la cruz. Hoy, celebramos que esta Religiosa del Sagrado Corazón de Jesús inmoló hasta sus últimas fuerzas por llevar educación a la niñez de manera que vivieran en dignidad. Hoy, tenemos el testimonio de una mujer que incluso en su vejez y enfermedad, vivió en la misión con los nativos Potowatomies en el estado de Kansas, entregando lo único que podía dar con sus poquísimas fuerzas: la oración. Que ahora siga orando por ti y por mí para que vivamos la misma entrega del Corazón crucificado de Cristo.