Dios nos regala su sabiduría: preparemos nuestros corazones.

Estamos en plena temporada navideña; un tiempo para muchos añorado por las vacaciones, las fiestas, las luces, los regalos y la música. También es cierto que, para algunos, junto al jolgorio y a las fiestas sobrevienen las nostalgias y la tristeza.

Te invitamos a que te regales unos minutos y hagas una breve pausa. No importa si hace mucho tiempo que no rezas o no vas al templo o a la iglesia. Detente un momento e imagina que alguien tocó tu puerta y te dejó un regalo.

La curiosidad te anima a abrirlo y ves que adentro hay justo lo que necesitas para estar bien. No, no es algo material, que dura un tiempo y luego debes desechar; es mucho mejor. Se trata de aquella paz que te permite relajarte de verdad; de la satisfacción que sientes todas las veces que superas un reto; que te sientes aceptado y valorado tal y cómo eres. ¿Cómo se siente recibir este regalo? Se siente bien, ¿no es cierto? Pues esto es lo que Dios quiere para ti desde siempre; se ofrece a sí mismo haciéndose débil y frágil como un niño.

A Dios no le asusta abajarse hasta ti, sólo te pide ser acogido y te promete que, poco a poco, junto a Él vas a encontrar el camino para descubrir tu camino y valorar las capacidades que tienes. Vas a poder sacar lo bueno de cada experiencia, aún cuando no parezca exitosa. Vas a aprender a establecer relaciones verdaderas, a sentir que tu corazón se hace grande y que tus fuerzas se renuevan.

Esta es la sabiduría de Dios. La que no se encuentra en el conocimiento racional, sino que incorpora rasgos experienciales y existenciales, es decir que impregna todas las dimensiones de la vida. Te invito a que preparemos juntos nuestros corazones para que este regalo encuentre espacio en cada uno y transforme nuestra vida hacia la plenitud.