Narrar la experiencia sinodal
Carta al Pueblo de Dios:
La sinodalidad es el camino de la Iglesia del tercer milenio.
Queridas hermanas, queridos hermanos:
Cuando se acerca la conclusión de los trabajos de la primera sesión de la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, queremos, con todos vosotros, dar gracias a Dios por la hermosa y rica experiencia que acabamos de vivir. Este tiempo bendecido lo hemos vivido en profunda comunión con todos vosotros. Hemos sido sostenidos por vuestras oraciones, llevando con nosotros vuestras expectativas, vuestras preguntas y también vuestros miedos.
Han pasado ya dos años desde que, a petición del Papa Francisco, se inició un largo proceso de escucha y discernimiento, abierto a todo el pueblo de Dios, sin excluir a nadie para “caminar juntos”, bajo la guía del Espíritu Santo, discípulos misioneros siguiendo a Jesucristo.
La sesión que nos ha reunido en Roma desde el 30 de septiembre constituye una etapa importante en este proceso. Por muchos motivos, ha sido una experiencia sin precedentes. Por primera vez, por invitación del Papa Francisco, hombres y mujeres han sido invitados, en virtud de su bautismo, a sentarse en la misma mesa para formar parte no solo de las discusiones, sino también de las votaciones de esta Asamblea del Sínodo de los Obispos. Juntos, en la complementariedad de nuestras vocaciones, de nuestros carismas y de nuestros ministerios, hemos escuchado intensamente la Palabra de Dios y la experiencia de los demás. Utilizando el método de la conversación en el Espíritu, hemos compartido con humildad las riquezas y las pobrezas de nuestras comunidades en todos los continentes, tratando de discernir lo que el Espíritu Santo quiere decir a la Iglesia hoy.
Así hemos experimentado también la importancia de favorecer intercambios recíprocos entre la tradición latina y las tradiciones del Oriente cristiano. la participación de delegados fraternos de otras Iglesias y Comunidades eclesiales ha enriquecido profundamente nuestros debates. Nuestra asamblea se ha llevado a cabo en el contexto de un mundo en crisis, cuyas heridas y escandalosas desigualdades han resonado dolorosamente en nuestros corazones y han dado a nuestros trabajos una gravedad peculiar, más aún cuando algunos de nosotros venimos de países en los que la guerra se intensifica.
Hemos rezado por las víctimas de la violencia homicida, sin olvidar a todos a los que la miseria y la corrupción les han arrojado a los peligrosos caminos de la emigración. Hemos garantizado nuestra solidaridad y nuestro compromiso al lado de las mujeres y de los hombres que en cualquier lugar del mundo actúan como artesanos de justicia y de paz.
Por invitación del Santo Padre, hemos dado un espacio importante al silencio, para favorecer entre nosotros la escucha respetuosa y el deseo de comunión en el Espíritu. Durante la vigilia ecuménica de apertura, experimentamos cómo la sed de unidad crece en la contemplación silenciosa de Cristo crucificado. “La cruz es, de hecho, la única cátedra de Aquel que, dando su vida por la salvación del mundo, encomendó sus discípulos al Padre, para que ‘todos sean uno’ (Jn 17,21). Firmemente unidos en la esperanza que nos da Su Resurrección, Le hemos encomendado nuestra Casa común, donde resuenan, cada vez con mayor urgencia, el clamor de la tierra y el clamor de los pobres: ‘¡Laudate Deum!’”, recordó el Papa Francisco precisamente al inicio de nuestros trabajos. Día tras día, hemos sentido el apremiante llamamiento a la conversión pastoral y misionera. Porque la vocación de la Iglesia es anunciar el Evangelio no concentrándose en sí misma, sino poniéndose al servicio del amor infinito con el que Dios ama el mundo (cf. Jn 3,16).
Ante la pregunta de qué esperan de la Iglesia con ocasión de este sínodo, algunas personas sin hogar que viven en los alrededores de la Plaza de San Pedro respondieron: “¡Amor!” Este amor debe seguir siendo siempre el corazón ardiente de la Iglesia, amor trinitario y eucarístico, como recordó el Papa, evocando el 15 de octubre, en la mitad del camino de nuestra asamblea, el mensaje de Santa Teresa del Niño Jesús. “Es la confianza” lo que nos da la audacia y la libertad interior que hemos experimentado, sin dudar en expresar nuestras convergencias y nuestras diferencias, nuestros deseos y nuestras preguntas, libremente y humildemente.
¿Y ahora? Esperamos que los meses que nos separan de la segunda sesión, en octubre de 2024, permitan a cada uno participar concretamente en el dinamismo de la comunión misionera indicada en la palabra “sínodo”. No se trata de una ideología, sino de una experiencia arraigada en la Tradición Apostólica. Como nos recordó el Papa al inicio de este proceso: “Si no se cultiva una praxis eclesial que exprese la sinodalidad […] promoviendo la implicación real de todos y cada uno, la comunión y la misión corren el peligro de quedarse como términos un poco abstractos” (9 de octubre de 2021). Los desafíos son múltiples y las preguntas numerosas: la relación de síntesis de la primera sesión aclarará los puntos de acuerdo alcanzados, evidenciará las cuestiones abiertas e indicará cómo continuar el trabajo”.
Para progresar en su discernimiento, la Iglesia necesita absolutamente escuchar a todos, comenzando por los más pobres. Eso requiere, por su parte, un camino de conversión, que es también un camino de alabanza: “Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y las has revelado a los pequeños” ( Lc 10,21). Se trata de escuchar a aquellos que no tienen derecho a la palabra en la sociedad o que se sienten excluidos, también de la Iglesia. Escuchar a las personas víctimas del racismo en todas sus formas, en particular en algunas regiones de los pueblos indígenas cuyas culturas han sido humilladas. Sobre todo, la Iglesia de nuestro tiempo tiene el deber de escuchar, con espíritu de conversión, a aquellos que han sido víctimas de abusos cometidos por miembros del cuerpo eclesial, y de comprometerse concretamente y estructuralmente para que eso no vuelva a suceder.
La Iglesia necesita también escuchar a los laicos, a las mujeres y a los hombres, todos llamados a la santidad en virtud de su vocación bautismal: el testimonio de los catequistas, que en muchas situaciones son los primeros en anunciar el Evangelio; la sencillez y la vivacidad de los niños, el entusiasmo de los jóvenes, sus preguntas y sus peticiones; los sueños de los ancianos, su sabiduría y su memoria. La Iglesia necesita escuchar a las familias, sus preocupaciones educativas, el testimonio cristiano que ofrecen en el mundo de hoy. Necesita acoger las voces de aquellos que desean ser involucrados en ministerios laicales o en organismos participativos de discernimiento y de decisión. La Iglesia necesita particularmente, para progresar en el discernimiento sinodal, recoger todavía más las palabras y la experiencia de los ministros ordenados: los sacerdotes, primeros colaboradores de los obispos, cuyo ministerio sacramental es indispensable en la vida de todo el cuerpo; los diáconos, que a través de su ministerio representan la preocupación de toda la Iglesia por el servicio a los más vulnerables. Debe también dejarse interpelar por la voz profética de la vida consagrada, centinela vigilante de las llamadas del Espíritu. Y debe también estar atenta a aquellos que no comparten su fe, pero que buscan la verdad, y en los que está presente y activo el Espíritu, Él que ofrece “a todos la posibilidad de que, en la forma de sólo Dios conocida, se asocien a este misterio pascual” (Gaudium et spes 22).
“El mundo en el que vivimos, y que estamos llamados a amar y servir también en sus contradicciones, exige de la Iglesia el fortalecimiento de las sinergias en todos los ámbitos de su misión. Precisamente el camino de la sinodalidad es el camino que Dios espera de la Iglesia del tercer milenio” (Papa Francisco, 17 de octubre de 2015). No debemos tener miedo de responder a esta llamada. La Virgen María, primera en el camino, nos acompaña en nuestro peregrinaje. En las alegrías y en los dolores Ella nos muestra a su Hijo y nos invita a la confianza. ¡Es Él, Jesús, nuestra única esperanza!
Ciudad del Vaticano, 25 de octubre de 2023.
Comentario a la carta
Por Marco Salas[1].
Como se sostuvo el 18 de octubre, la Comisión para el documento de síntesis propuso la idea de redactar un texto para relatar la experiencia de los trabajos sinodales. El borrador de este documento fue presentado el 23 de octubre ante toda la asamblea sinodal. En la conferencia de prensa de aquel día, se contó:
La lectura del borrador de la Carta al Pueblo de Dios fue recibida en el Aula esta mañana con aplausos de la Asamblea. A invitación del cardenal secretario general Mario Grech, se propusieron y aceptaron “pequeñas sugerencias de modificación e integración del texto, especialmente en lo que respecta a las traducciones a diferentes idiomas: habrá tiempo hasta las 18:00 horas de hoy para presentar a la Secretaría General del Sínodo otras propuestas de modificación”. La Carta “será aprobada y publicada el miércoles”.
En consecuencia con lo dicho, el 25 de octubre se ha hecho pública la carta al pueblo de Dios de parte de los padres y madres sinodales. Como sostuvo Sheila Pires (Secretaria la Comisión para la información), se «trata de un “texto sencillo” que quiere contar “la experiencia positiva que estamos viviendo en estos días”».
La carta empieza recordando que «se acerca la conclusión de los trabajos de la primera sesión de la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos». Es importante recordar, antes de continuar, que el Informe de síntesis se publicará el sábado 28 de octubre.
Además, al comienzo de la carta, se destaca una de las particularidades de este proceso sinodal: «llevando con nosotros vuestras expectativas, vuestras preguntas y también vuestros miedos». Con esto, se subraya que a lo largo de las cuatro semanas de la asamblea se han sostenido diálogos y reflexiones acerca de temas y cuestiones que han surgido de las dos fases previas de este sínodo sobre la sinodalidad (consulte las fichas de trabajo del Instrumentum Laboris). Estas etapas comprenden la fase de escucha, que se llevó a cabo durante la consulta local (octubre 2021 – agosto 2022), así como el diálogo entre las iglesias de una región específica (octubre 2022 – marzo 2023). En esta dirección, Timothy Radcliffe, en una de sus meditaciones durante el retiro previo al comienzo de la asamblea, recordó: «Mucha gente espera que en este Sínodo su voz sea escuchada. Se sienten ignorados y sin voz. Tienen razón. Pero solo tendremos voz si primero escuchamos» (Cuarta meditación, La conversación en el camino hacia Emaús, 2 de octubre de 2023). También se pueden recordar las palabras del relator general del sínodo, el cardenal Hollerich, ante la asamblea sinodal en la introducción al primer módulo:
Para comenzar este entrenamiento, propongo que ejerzamos la facultad de la memoria, en su sentido más profundamente espiritual. Todos nosotros aquí somos miembros del Pueblo de Dios, y como tal, durante los últimos dos años nos hemos embarcado en el camino sinodal. Este viaje juntos ha dejado huellas en cada uno de nosotros: pensamientos, emociones, sentimientos, intuiciones, dudas, miedos, entusiasmo […]La memoria con la que conectarse es la memoria colectiva del Pueblo de Dios, no solo la memoria personal de cada individuo.[2]
En todo caso, lo esencial que expresa la carta es que la asamblea sinodal estuvo nutrida por un tejido mucho más amplio que no se redujo a los presentes en Roma.
La carta continúa enumerando algunos de los elementos que han hecho de esta la asamblea sinodal «una experiencia sin precedentes». Recuerda, pues, que «por invitación del Papa Francisco, hombres y mujeres han sido invitados, en virtud de su bautismo, a sentarse en la misma mesa para formar parte no solo de las discusiones, sino también de las votaciones de esta Asamblea del Sínodo de los Obispos». Así, tal como sostuvo el cardenal Grech en la primera congregación general de los círculos menores (4 de octubre de 2023), «por primera vez están presentes hermanas y hermanos que no están investidos del munus episcopal: laicos y laicas, religiosos y religiosas, diáconos y sacerdotes que ya no son “excepciones a la norma”, sino miembros de pleno derecho de la Asamblea»[3].
Prosiguen las madres sinodales afirmando que durante las 4 semanas de trabajo «juntos, en la complementariedad de nuestras vocaciones, de nuestros carismas y de nuestros ministerios, hemos escuchado intensamente la Palabra de Dios y la experiencia de los demás». Vale la pena recordar que, durante las diversas congregaciones de los círculos menores, la asamblea sinodal escucho diversos testimonios. Por mencionar algunos, ante la asamblea se escuchó la voz y testimonio de Siu Wai Vanessa Cheng (Laica de Hong Kong) sobre Sinodalidad y cultura; Clarence Davedassan (Presbítero de Malasia) sobre ser signo e instrumento de union; El Metropolita Job (Getcha) de Pisidia sobre la experiencia de la sinodalidad en la Iglesia ortodoxa; José Manuel de Urquidi Gonzalez y Xiskya Lucia Valladares Paguaga sobre la misión digital; Estela Padilla (Teóloga de Manila) sobre el viaje asiático hacia el liderazgo sinodal; Mons. Shane Mackinlay (Obispo de Sandhurst, Australia) sobre el quinto concilio plenario de Australia; entre otros. Así llevada, la experiencia encarnó aquella oración que se hizo al inicio de los trabajos sinodales: «Pidamos al Espíritu que las diferencias de vocaciones, ministerios y estados de vida, la riqueza de dones y carismas, la armoniosa diversidad, estén al servicio de la unidad de la Asamblea» (Grech, 4 de octubre de 2023).
Resulta clave para comprender lo vivido durante la asamblea sinodal que el método base para los diversos discernimientos fue el método de conversación en el Espíritu. Así lo recuerda la carta: «Utilizando el método de la conversación en el Espíritu, hemos compartido con humildad las riquezas y las pobrezas de nuestras comunidades en todos los continentes, tratando de discernir lo que el Espíritu Santo quiere decir a la Iglesia hoy». La definición de este método la encontramos en el Instrumentum Laboris: «la conversación en el Espíritu se puede describir como una oración compartida con miras al discernimiento comunitario para la cual los participantes se preparan mediante la reflexión personal y la meditación. Se dan mutuamente el regalo de una palabra meditada nutrida por la oración, no una opinión improvisada en el momento» (Il, 37). Al adoptar este método se abre todo un camino paradigmático sobre cómo abordar futuros discernimientos comunitarios a nivel parroquial, diocesano, continental o mundial.
Por otro lado, los padres sinodales recuerdan que en la asamblea hubo presencia de personas pertenecientes tanto a la tradición latina como a la tradición del oriente cristiano. Igualmente, hubo presencia de “delegados fraternos”, es decir, personas de otras Iglesias y comunidades eclesiales (Ver Elenco dei partecipanti secondo il titolo di partecipazione (21 settembre 2023)).
La carta reconoce que el contexto de los trabajos sinodales, durante las cuatro semanas, ha sido el «de un mundo en crisis, cuyas heridas y escandalosas desigualdades han resonado dolorosamente en nuestros corazones y han dado a nuestros trabajos una gravedad peculiar, más aún cuando algunos de nosotros venimos de países en los que la guerra se intensifica». En consecuencia, con este contexto, sostiene la carta, «hemos rezado por las víctimas de la violencia homicida, sin olvidar a todos a los que la miseria y la corrupción les han arrojado a los peligrosos caminos de la emigración».
El 4 de octubre, en el inicio de la asamblea, Francisco sostuvo «quiero decir que en este Sínodo ―también para hacerle lugar al Espíritu Santo― está la prioridad de la escucha, está esta prioridad […] hace falta una ascesis ―perdón por hablar así a los periodistas―, un cierto ayuno de la palabra pública para custodiar esto […] más que la prioridad de hablar, está la prioridad de escuchar […] La Iglesia ha hecho una pausa […] Es una pausa de toda la Iglesia, a la escucha. Este es el mensaje más importante»[4]. Los padres y madres sinodales acogieron esta invitación y escriben «hemos dado un espacio importante al silencio, para favorecer entre nosotros la escucha respetuosa y el deseo de comunión en el Espíritu». En definitiva, hacerle lugar al Espíritu implicó «ser guiados por el Espíritu a toda la verdad significa desprenderse de lo presente, confiando en que el Espíritu engendrará nuevas instituciones, nuevas formas de vida cristiana, nuevos ministerios. A lo largo de los dos últimos milenios, el Espíritu Santo ha actuado creando nuevas formas de ser Iglesia» (Sexta meditación, El Espíritu de la verdad, 3 de octubre de 2023).
Continúa la carta: «hemos sentido el apremiante llamamiento a la conversión pastoral y misionera. Porque la vocación de la Iglesia es anunciar el Evangelio no concentrándose en sí misma, sino poniéndose al servicio del amor infinito con el que Dios ama el mundo (cf. Jn 3,16)». Resuenan aquí también las palabras de Radcliffe en la reflexión espiritual del 9 de octubre ante la asamblea: «Deberíamos ser formados para encuentros profundamente personales entre nosotros, en los que trascendemos las etiquetas fáciles. El amor es personal y el odio es abstracto» (Reflexión Espiritual, La Mujer Samaritana en el Pozo: Juan 4, 7-30, 9 de octubre de 2023). En otras palabras, este aspecto de la carta muestra cómo se modela una iglesia sinodal, ya que «una Iglesia sinodal será aquella en la que nos formemos para un amor no posesivo: un amor que ni huye de la otra persona ni se apodera de ella; un amor que no es abusivo ni frío» (ibíd.). En esta dirección, las madres sinodales escriben: «Ante la pregunta de qué esperan de la Iglesia con ocasión de este sínodo, algunas personas sin hogar que viven en los alrededores de la Plaza de San Pedro respondieron: “¡Amor!” Este amor debe seguir siendo siempre el corazón ardiente de la Iglesia, amor trinitario y eucarístico».
«Al menos aquí dentro: si no estás de acuerdo con lo que dice aquel obispo o aquella religiosa o ese laico, díselo en la cara. Para esto es un sínodo. Para decir la verdad, no la murmuración por debajo de la mesa» les pidió Francisco a los presentes en la apertura de los trabajos sinodales. En esta dirección, los padres y madres sinodales nos cuentan en la carta que «“es la confianza” lo que nos da la audacia y la libertad interior que hemos experimentado, sin dudar en expresar nuestras convergencias y nuestras diferencias, nuestros deseos y nuestras preguntas, libremente y humildemente». En este sentido, esta asamblea supuso una maduración en la conciencia de la comunión puesto que «si realmente estamos en camino hacia el Reino, ¿realmente importa si te alineas con los llamados tradicionalistas o progresistas? […] Los mayores dones vendrán de aquellos con quienes no estamos de acuerdo si nos atrevemos a escucharlos» (Primera meditación, Esperando contra toda esperanza, 1 de octubre de 2023) y supuso «la tarea creativa de hacer amistades improbables, especialmente con personas con las que estamos en desacuerdo» (Tercera meditación, Amistad, 2 de octubre de 2023). Finalizando esta primera asamblea del proceso sinodal, quizás veremos el fruto de una comunión que «es una diversidad auténtica y no competitiva con un único punto de unidad en el Dios Trinitario» (Anna Rowlands, Contribución Teológica “Comunión: el banquete nupcial del Cordero”, 9 de octubre de 2023).
Frente a lo que viene después de esta primera sesión, se lee en la carta: «Los desafíos son múltiples y las preguntas numerosas: la relación de síntesis de la primera sesión aclarará los puntos de acuerdo alcanzados, evidenciará las cuestiones abiertas e indicará cómo continuar el trabajo». Merece la pena recordar que el Informe/Documento de síntesis[5] tendrá las siguientes características:
- a) Este texto servirá como una transición basada en la experiencia de la Asamblea y acompañará las etapas subsiguientes del Sínodo sobre la Sinodalidad.
- b) Incluirá tanto los puntos en los que existe consenso como aquellos en los que persisten discrepancias.
- c) Planteará preguntas abiertas que requerirán un análisis profundo desde perspectivas canónicas, teológicas y pastorales, para su posterior evaluación en colaboración con el pueblo de Dios.
- d) Mantendrá un estilo sencillo y no asumirá la forma de un documento final ni del Instrumentum laboris para la próxima asamblea.
En el momento de reflexión del inicio del sínodo de la sinodalidad, realizado el 9 de octubre de 2021, Francisco expuso que uno de sus sueños-esperanzas para este proceso sinodal es que la Iglesia sea una «Iglesia de la escucha, para tomarnos una pausa de nuestros ajetreos, para frenar nuestras ansias pastorales y detenernos a escuchar. Escuchar el Espíritu en la adoración y la oración»[6]. Al mismo tiempo, recordaba Francisco que esta Iglesia de la escucha amplia su radio y, por tanto, también escucha «a los hermanos y hermanas acerca de las esperanzas y las crisis de la fe en las diversas partes del mundo, las urgencias de renovación de la vida pastoral y las señales que provienen de las realidades locales». En esta dirección, la carta al Pueblo de Dios, hacia la parte final, retoma esta esperanza y la propone como horizonte para hacer posible las siguientes fases de discernimiento. Al respecto se lee: «para progresar en su discernimiento, la Iglesia necesita absolutamente escuchar a todos, comenzando por los más pobres. Eso requiere, por su parte, un camino de conversión, que es también un camino de alabanza». Y, así como lo propuso en el 2021 el Papa, la carta expresa: «Se trata de escuchar a aquellos que no tienen derecho a la palabra en la sociedad o que se sienten excluidos, también de la Iglesia». En esta escucha, ocupan un lugar importante las víctimas del racismo en todas sus formas y las víctimas de abusos cometidos por miembros del cuerpo eclesial — recuerda el texto. Escuchar con un espíritu de conversión a estas víctimas implica comprometerse concretamente y estructuralmente para que eso no vuelva a suceder.
Además, la carta recuerda lo importante que será «escuchar a los laicos, a las mujeres y a los hombres […] el testimonio de los catequistas, que en muchas situaciones son los primeros en anunciar el Evangelio; la sencillez y la vivacidad de los niños, el entusiasmo de los jóvenes, sus preguntas y sus peticiones; los sueños de los ancianos, su sabiduría y su memoria. […] La Iglesia necesita escuchar a las familias». Con estas palabras, se integran en la Iglesia de la escucha a todos y todas, indistintamente de su momento biográfico. Más aún, llama la atención que el texto incluya también en esta dinámica comunicativa y de escucha a «las voces de aquellos que desean ser involucrados en ministerios laicales o en organismos participativos de discernimiento y de decisión».
Una de las tentaciones que surgen al enfrentar la lucha contra el clericalismo dentro de la Iglesia es la exclusión de las voces y experiencias de los presbíteros, obispos, cardenales y diáconos, quienes, es importante destacar, son componentes esenciales del Pueblo de Dios. En este sentido, la carta enfatiza:
La Iglesia necesita particularmente, para progresar en el discernimiento sinodal, recoger todavía más las palabras y la experiencia de los ministros ordenados: los sacerdotes, primeros colaboradores de los obispos, cuyo ministerio sacramental es indispensable en la vida de todo el cuerpo; los diáconos, que a través de su ministerio representan la preocupación de toda la Iglesia por el servicio a los más vulnerables.
Finalmente, en esta dirección de la escucha, el texto no deja fuera a los consagrados y consagradas, religiosas y religiosos. Así, la Iglesia «debe también dejarse interpelar por la voz profética de la vida consagrada, centinela vigilante de las llamadas del Espíritu». Tampoco deja por fuera «a aquellos que no comparten su fe, pero que buscan la verdad, y en los que está presente y activo el Espíritu».
Concluye la carta con las palabras del Obispo de Roma:
“El mundo en el que vivimos, y que estamos llamados a amar y servir también en sus contradicciones, exige de la Iglesia el fortalecimiento de las sinergias en todos los ámbitos de su misión. Precisamente el camino de la sinodalidad es el camino que Dios espera de la Iglesia del tercer milenio” (Papa Francisco, 17 de octubre de 2015). No debemos tener miedo de responder a esta llamada.
Acompañados de María, la madre-hermana-discípula, continuamos nuestra peregrinación sinodal creciendo en la convicción de que “¡Es Él, Jesús, nuestra única esperanza!”.
[1] Laico panameño. Magíster en Creación Literaria por la Universidad Internacional de Valencia. Candidato a Bachillerato Eclesiástico en Teología en la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá, Colombia. Licenciado en Animación Digital por la Universidad Latina de Panamá. Su experiencia incluye la invitación como profesor en cursos y espacios de reflexión teológica en diversas instituciones destacadas, como el Instituto Nacional de Pastoral (INPAS) de la Conferencia Episcopal de Venezuela, el Centro de Formación Cebital Celam, la Conferencia de Religiosas y Religiosos del Perú, el Programa de Teología y la Maestría en Estudios Teológicos contemporáneos de la Facultad de Educación y Humanidades de la Universidad Católica Luis Amigó en Medellín, y la Cátedra Carlo Maria Martini del Departamento de Teología del Centro de Teología e Ciências Humanas (CTCH) de la PUC-Rio, Brasil. Además, ejerció como profesor de Teología en Formación Continua en el Centro Sofía de la Universidad del Sagrado Corazón de Jesús en Puerto Rico. También participó como misionero digital en el Sínodo Digital de 2022, un evento que se llevó a cabo en el contexto del proceso sinodal, bajo el auspicio del Dicasterio para la Comunicación del Vaticano. Como evangelizador y pastoralista digital, su labor consiste en llevar la palabra y las reflexiones teológicas a las “calles digitales”. En la actualidad, desempeña el cargo de Digital Project Manager en Formación Continua de la Escuela de Teología y Ministerios del Boston College, ubicado en Estados Unidos; y en el Centro Sofía de la Universidad del Sagrado Corazón, ubicada en Puerto Rico.
[2] Jean-Claude Hollerich, “Introducción al módulo 1”, Roma, 4 de octubre de 2023. https://cafeteandonetwork.com/introduccion-al-primer-modulo-de-trabajo-sinodal-por-una-iglesia-sinodal-una-experiencia-integral/
[3] Mario Grech, “Discurso en la Primera Congregación General de la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos”, Roma, 4 de octubre de 2023. https://cafeteandonetwork.com/cardenal-grech-inicioasamblea/
[4] Francisco, “Discurso en la Apertura de la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos”, Roma, 4 de octubre de 2023. https://cafeteandonetwork.com/ahora-somos-capaces-de-llegar-a-este-sinodo-sobre-la-sinodalidad-papa-francisco/
[5] Para más detalles ir a https://cafeteandonetwork.com/asi-sera-el-texto-final-de-la-asamblea-sinodal/
[6] Discurso del Santo Padre Francisco, Momento de reflexión para el inicio del proceso sinodal, Aula Nueva del Sínodo, sábado, 9 de octubre de 2021. https://www.vatican.va/content/francesco/es/speeches/2021/october/documents/20211009-apertura-camminosinodale.html