La fe cristiana no es una mera fachada o una rutina vacía

Por Gerardo A. Vargas Cruz, M.Div. Miembro Fundador / Niños De Nueva Esperanza, Inc

Evangelio:

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos esta parábola: “El Reino de los cielos es semejante a diez jóvenes, que tomando sus lámparas, salieron al encuentro del esposo. Cinco de ellas eran descuidadas y cinco, previsoras. Las descuidadas llevaron sus lámparas, pero no llevaron aceite para llenarlas de nuevo; las previsoras, en cambio, llevaron cada una un frasco de aceite junto con su lámpara. Como el esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron.

A medianoche se oyó un grito: ‘¡Ya viene el esposo! ¡Salgan a su encuentro!’ Se levantaron entonces todas aquellas jóvenes y se pusieron a preparar sus lámparas, y las descuidadas dijeron a las previsoras: ‘Dennos un poco de su aceite, porque nuestras lámparas se están apagando’. Las previsoras les contestaron: ‘No, porque no va a alcanzar para ustedes y para nosotras. Vayan mejor a donde lo venden y cómprenlo’.

Mientras aquéllas iban a comprarlo, llegó el esposo, y las que estaban listas entraron con él al banquete de bodas y se cerró la puerta. Más tarde llegaron las otras jóvenes y dijeron: ‘Señor, señor, ábrenos’. Pero él les respondió: ‘Yo les aseguro que no las conozco’.

Estén pues, preparados, porque no saben ni el día ni la hora”.

Reflexión:

La reflexión que hoy, por medio de una parábola nos presenta el evangelio de Mateo nos invita a considerar la importancia de vivir de manera consciente y auténtica como seguidores de Jesucristo. En este contexto, ser “sensato” implica escuchar las enseñanzas de Jesús y ponerlas en práctica en nuestra vida cotidiana, construyendo una base sólida sobre la roca de la verdad y la autenticidad. Por otro lado, ser “necio” se refiere a aquellos que escuchan, pero no actúan, construyendo sus vidas sobre la arena de la superficialidad y la falta de compromiso.

La parábola de las diez vírgenes también resalta esta idea de sensatez y necedad. Las vírgenes sensatas se preparan con aceite para mantener sus lámparas encendidas mientras esperan al esposo, simbolizando la necesidad de mantener viva la llama de la fe y la esperanza en nuestras vidas. En contraste, las vírgenes necias no se preparan y, como resultado, se quedan en la oscuridad y llegan tarde a la celebración.

La reflexión nos recuerda que la fe cristiana no es una mera fachada o una rutina vacía, sino un compromiso profundo y auténtico con las enseñanzas de Jesús. La vigilancia es esencial para no caer en la complacencia o la mediocridad, y en lugar de conformarnos con satisfacer necesidades superficiales, debemos mantener encendida la lámpara de nuestra fe y esperanza, siempre anhelando una conexión más profunda con Dios y un mundo más humano.

Por eso, no olvidemos que la esperanza cristiana no nos condena al inmovilismo, sino que nos inspira a ser agentes de cambio en un mundo que necesita personas comprometidas, creativas y persistentes. La fe nos empuja a buscar una vida mejor y más liberada, reconociendo que el verdadero sentido de la existencia no se encuentra en la mera acumulación de bienes materiales, sino en la gracia y el regalo de Dios.

Preguntas para reflexionar:

  1. ¿En qué áreas de mi vida estoy siendo “sensato” al aplicar las enseñanzas de Jesús de manera auténtica y responsable? ¿Dónde puedo mejorar en este aspecto?
  2. ¿Cuáles son las “lámparas” que mantengo encendidas en mi vida, representando mi fe y esperanza en Dios? ¿Cómo puedo asegurarme de no dejar que se apaguen y permanecer vigilante en mi camino espiritual?
  3. ¿De qué manera puedo traducir mi fe y esperanza en una acción concreta para contribuir a la construcción de un mundo más humano y compasivo? ¿Cómo puedo ser un “sabio” que busca una vida mejor no solo para mí, sino para los demás y para toda la sociedad?