Que el comienzo de nuestra Cuaresma nos haga comprometernos con la gran misión humana de creer, crecer y crear la Civilización del Amor

Por Fray Yamil Samalot, O.P. Teólogo. 

Comienza nuestra preparación anual para la Pascua con la cuarentena que inicio el Miércoles de Ceniza. ¡La Palabra evangélica que nos ofrece la liturgia para este día tan especial nos invita a creer, a crecer y a crear! En aras de alcanzar “la recompensa de nuestro Padre Celestial” (vv. 2, 4, 6, 18), el evangelio que empuja y guía nuestro camino de Cuaresma nos propone tres prácticas de justicia (v. 1), o de vida de santidad ante Dios. Esta vida de justicia o santidad, de hecho, el evangelista Mateo la propone como un ejercicio profundo, de veracidad existencial—en lo secreto—y no de manera superficial como usando una máscara, sentido etimológico de “hipocrecía”.

Hoy en día, para permitirnos un acto caritativo como la limosna, se requiere un aumento de fe. Creer que la ayuda material de la que nos desprendemos para aportar va a llegar a su destino, va a ser utilizada para sanar las heridas del ser humano, pide de cada uno y cada una un salto de fe. Creer más en nuestra esperanza de hacer el bien que en una realidad tantas veces viciada por el mal, implica un santo ejercicio que nos lleva a la virtud, nos humaniza.

En esta época, más que nunca talvez, se promueve el cultivo de la propia espiritualidad, un proceso de crecimiento desde lo más íntimo del corazón. Sin embargo, se crece si nuestra conexión interior no es apenas placebo de paz, sino que nos urge a compartir con las y los demás el inmenso caudal de bien que Dios ha puesto en cada persona desde que nos creó. Orar en silencio y soledad, a la manera de las y los santos, no busca repliegue ensimismado sino hacernos uno con el Cristo que ofrece su vida por la humanidad.

La preocupación por nuestra sanidad física, parecería paradójico, se ha ido “viral”. Los planes de adelgazamiento, las prácticas de “ayuno intermitente” son asumidas para transformar nuestros cuerpos que, de seguro, permitirán mentes más ágiles y creativas. Jesús, en nuestro evangelio de Cenizas, alienta nuestra creatividad para vivir el ayuno de manera que sirva a nuestra capacidad de creer y crecer en el verdadero amor a Dios: aunque en realidad podemos experimentar algún sufrimiento, transformamos creativamente el semblante para decir al mundo que nuestra opción es crear un mundo nuevo lleno de vida—opciones de salud y buena alimentación física y espiritual—para todas y todos. Que el comienzo de nuestra Cuaresma nos haga comprometernos con la gran misión humana de creer, crecer y crear la Civilización del Amor.