«El corazón de Dios que solo Jesús puede revelar con nitidez»

Por Ana Celia Cotto González, Misionera del Buen Pastor. Profesora de teología Universidad del Sagrado Corazón.

Evangelio

Mt 23, 1-12.

En aquel tiempo, Jesús dijo a las multitudes y a sus discípulos: “En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y fariseos. Hagan, pues, todo lo que les digan, pero no imiten sus obras, porque dicen una cosa y hacen otra. Hacen fardos muy pesados y difíciles de llevar y los echan sobre las espaldas de los hombres, pero ellos ni con el dedo los quieren mover. Todo lo hacen para que los vea la gente. Ensanchan las filacterias y las franjas del manto; les agrada ocupar los primeros lugares en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; les gusta que los saluden en las plazas y que la gente los llame ‘maestros’.

Ustedes, en cambio, no dejen que los llamen ‘maestros’, porque no tienen más que un Maestro y todos ustedes son hermanos. A ningún hombre sobre la tierra lo llamen ‘padre’, porque el Padre de ustedes es sólo el Padre celestial. No se dejen llamar ‘guías’, porque el ‘guía’ de ustedes es solamente Cristo. Que el mayor de entre ustedes sea su servidor, porque el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido”.


Reflexión

El texto de Lucas nos presenta a Jesús aleccionando a los discípulos en el “modo” de vivir su discipulado vivido en y desde la fraternidad y el servicio. Su discurso deja ver claramente que, en su discipulado y en su obra misionera, los discípulos están acompañados e instruidos por el Maestro, sino que también están rodeados de los escribas y fariseos, maestros y dirigentes que, amparándose en la Ley, enseñan por medio de la palabra, pero no a través de sus obras. Carecen de discreción y humildad, pues buscan ser notados. De ahí las fuertes palabras de Jesús: “Hacen fardos muy pesados y difíciles de llevar y los echan sobre las espaldas de los hombres, pero ellos ni con el dedo los quieren mover. Todo lo hacen para que los vea la gente.” Palabras contundentes que expresan denuncia y repudio al modo de los fariseos vivir la ley y la religión. Son una denuncia clara que deja entrever que el vasto conocimiento de la ley no es suficiente para vivir conforme a la voluntad de Dios. Es necesario conocer la ley de Dios, a la vez que es imperativo ser y actuar conforme al corazón de Dios: cercano, sensible, misericordioso… El corazón de Dios que solo Jesús puede revelar con nitidez por que lo conoce profundamente.

Por eso, su discurso continua con un “ustedes, en cambio”: no dejen que los llamen ‘maestros’; a ningún hombre sobre la tierra lo llamen ‘padre’; no se dejen llamar ‘guías’… Estas “indicaciones” no hacen otra cosa que centrar la vocación y la acción misionera de los discípulos en Dios, fuente, origen, centro y culmen del Reino.

En estos días en los que el Sínodo de la Sinodalidad es todavía una experiencia fresca, del cual hemos recibido notas de luz y esperanza, a la vez que hemos escuchado voces por un lado “contrariadas”, por otro aferradas a la “tradición”, Las palabras finales de Jesús son refrescantes: “…el Padre de ustedes es sólo el Padre celestial. Que el mayor de entre ustedes sea su servidor”. Eso es la Iglesia: madre servidora. Eso es cada bautizad: un discípulo que va tras las huellas de Jesús, viviendo, haciendo y anunciando el Reino de Dios aquí en la historia.


Preguntas para cultivar la palabra.

  • La palabra de Dios ofrece este domingo pautas claras para la autoevaluación y el discernimiento.
    • ¿Qué dice este texto evangélico a nuestra vocación y misión apostólica- misionera?
    • ¿Qué conversión nos pide personalmente y como Iglesia?
    • ¿Qué confirma en ti, en tu comunidad de fe?