Dios sueña la justicia para la humanidad
Por Prof. Jose E. Hernández, Coordinador de Formación Continua en Teología y Pastoral.
Primera lectura
Is 63, 16b-17. 19b; 64, 2b-7
Tú, Señor, eres nuestro padre y nuestro redentor;
ése es tu nombre desde siempre.
¿Por qué, Señor, nos has permitido alejarnos de tus
mandamientos
y dejas endurecer nuestro corazón
hasta el punto de no temerte?
Vuélvete, por amor a tus siervos,
a las tribus que son tu heredad.
Ojalá rasgaras los cielos y bajaras,
estremeciendo las montañas con tu presencia.
Descendiste y los montes se estremecieron con tu presencia.
Jamás se oyó decir, ni nadie vio jamás
que otro Dios, fuera de ti,
hiciera tales cosas en favor de los que esperan en él.
Tú sales al encuentro
del que practica alegremente la justicia
y no pierde de vista tus mandamientos.
Estabas airado porque nosotros pecábamos
y te éramos siempre rebeldes.
Todos éramos impuros
y nuestra justicia era como trapo asqueroso;
todos estábamos marchitos, como las hojas,
y nuestras culpas nos arrebataban, como el viento.
Nadie invocaba tu nombre
nadie se levantaba para refugiarse en ti,
porque nos ocultabas tu rostro
y nos dejabas a merced de nuestras culpas.
Sin embargo, Señor, tú eres nuestro padre;
nosotros somos el barro y tú el alfarero;
todos somos hechura de tus manos.
Reflexión
Este texto está tomado de la tercera parte del libro de Isaías. El profeta Isaías fue considerado un héroe nacional, un poeta genial y un líder con una experiencia religiosa impresionante: Dios es el “Santo”, el ”Fuerte”, el ”Poderoso”, el “Rey”. Según el profeta, para adorar a Dios no solo era suficiente “tener fe en las grandes crisis”; Dios exige la justicia en las relaciones sociales y además la sinceridad en el “culto que se le dedicara”.
En este contexto, Isaías expuso el núcleo de su mensaje: “Anunciar la esperanza en un Mesías, descendiente de David, que hará reinar la paz y la justicia sobre la tierra y difundirá el conocimiento de Dios”. Dicho esto, podemos afirmar que la Iglesia en este Primer Domingo de Adviento desde la belleza de esta Palabra, nos invita a celebrar la fidelidad de Dios desde uno de sus tantos sueños para la humanidad: que vivamos la justicia.
La frase, “Tú sales al encuentro del que práctica alegremente la justicia y no pierde de vista tus mandamientos” es una exclamación muy apropiada para sintonizarnos con este tiempo de espera gozosa que propone el adviento y al mismo tiempo, agradar a Dios con nuestras obras de justicia. Por otro lado, la frase, “Todos éramos impuros y nuestra justicia era como un trapo asqueroso”… nos invita a examinar el corazón y a revisar nuestras actitudes personales más profundas para vivir congruentemente nuestra fe.
Por su puesto, es desde la esperanza y al creer en el Dios compasivo, justo y misericordioso que podemos anhelar cambiar de un “corazón de piedra” a un “corazón de carne” y proclamar como el profeta: “Señor tu eres nuestro padre; nosotros somos el barro y tú el alfarero, todos somos hechura de tus manos”.
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