Cultivar el silencio durante la cuarentena

Por: Hna. Ana C. Cotto González, mbp
Profesora de Teología

Ha transcurrido poco más de una semana desde que recibimos aquella notificación por parte de la dirección de nuestra Universidad; este espacio donde vivimos gran parte de nuestra vida: estudiantes, personal administrativo, personal de apoyo, profesores… 

La noticia, lo admito, me desconcertó. Me dejó con la terrible sensación de que el virus que despertó al otro lado del mundo ya estaba pisando nuestro suelo. Y comenzó la carrera para diseñar y aplicar los planes de contingencia. 

No me tomó mucho tiempo entrar en contacto con mis sentimientos: temor, limitación, incertidumbre, esperanza… No sé. Todo apareció a la vez. Y sentí que el mundo, que mi mundo comenzó a dar vueltas en otra dirección. Y sentí que las fronteras del dolor y de la muerte estaban más próximas que lo que yo pensaba. 

Tomar distancia. No abrazar, no tocar, tomar precauciones, procurar distanciamiento, o ¿aislamiento?…; todo llegó de golpe. Y de pronto, me descubrí en esta ingente carrera de reestructurar no solo la vida, sino también la mente y el corazón. Y Dios, ¿cómo vive esto conmigo? ¿Cómo vive esto con toda la humanidad? 

Estas preguntas fueron el camino para llegar más profundo dentro de mí y escuchar el grito interior que necesitaba ser escuchado: detente, contempla, haz silencio y descubre la sabiduría que esta escondida dentro de lo que hoy te toca vivir. 

Y es esto lo que deseo compartir. Mi vida, estructurada con tiempos para el trabajo, la reflexión, la oración personal y en comunidad, necesitaba algo más. Necesitaba volver a la escuela del silencio para descansar de las noticias, las imágenes, los adiestramientos, reuniones, mensajes de texto, emails, planes, preguntas, proyectos…, que me han ayudado y que he disfrutado, cierto. Pero que, al final del día, me dejaban con esta única sensación de estar en la última “carrera de mi vida”. 

Hoy he podido hacerme más consciente de que el dolor de la humanidad, en este momento, le da un matiz muy propio a este tiempo de cuaresma. No desde el sentido del dolor, sino desde la solidaridad que brota del corazón misericordioso de Dios que se hace prójimo-próximo en Jesús, Buen Pastor. 

En esta experiencia global busco cultivar la actitud del silencio, el de adentro y el de afuera, el de mi fuero interno y el de mi ecología exterior. Así, podré conservar mi energía, recuperar y alimentar mi equilibrio interior y, en consecuencia, cuidar mi salud integral. 

Y disfruto este bello poema de Octavio Paz que hoy te comparto:

Silencio Así como del fondo de la música brota una nota que mientras vibra crece y se adelgaza hasta que en otra música enmudece, brota del fondo del silencio otro silencio, aguda torre, espada, y sube y crece y nos suspende y mientras sube caen recuerdos, esperanzas, las pequeñas mentiras y las grandes, y queremos gritar y en la garganta se desvanece el grito: desembocamos al silencio en donde los silencios enmudecen.