«Amar a Dios sobre todas las cosas me capacita a creer»

Por Ivette Jiménez Maldonado.

Evangelio

Mt 22, 34-40

En aquel tiempo, habiéndose enterado los fariseos de que Jesús había dejado callados a los saduceos, se acercaron a él. Uno de ellos, que era doctor de la ley, le preguntó para ponerlo a prueba: “Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la ley?”

Jesús le respondió: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Éste es el más grande y el primero de los mandamientos. Y el segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. En estos dos mandamientos se fundan toda la ley y los profetas”.


Reflexión

En el evangelio de hoy tratan de poner a Jesús a prueba, pero como de costumbre nos lleva a todos a una reflexión profunda donde el amor es la fuente de la vida. Jesús resume y establece los fundamentos que han de regirnos a todos como cristianos. Deja claro dónde deben estar nuestras prioridades y seguridades en la vida. La primera en Dios. En la capacidad de descubrir y sentir el espíritu que nos habita. Él da forma y genera la fuerza que nos mueve (espiritualidad). Él nos llena de esperanza y alegría, nos lanza a amar de forma plena aún en las dificultades y retos ilógicos de la vida.

Y la segunda es la acogida de nuestro ser persona y de los más próximos (prójimos). En la medida que me acepto y me perdono puedo ser cada vez más plenamente humano lo que me lleva a amar y a encontrarme con los otros desde un amor profundo y sincero. Siendo verdadero “Hermano” de todos.

Amar a Dios sobre todas las cosas me capacita a creer, confiar, saber esperar y eso lo puedo hacer porque al descubrirlo en mí como experiencia transformadora puedo acogerme como soy porque Él me ama y yo experimento su amor.

Cuando soy capaz de experimentar a ese Dios que me acoge con todas mis debilidades y fortalezas puedo entonces amar a los otros como son, y acogerlos en toda su humanidad. El amor nos transforma a todos. Es esa fuerza que se desborda en entrega absoluta, no busca el propio interés sino el bien de los demás y cada día nos va semejando más a Jesús. Así vivimos la santidad dentro de nuestra cotidianidad como nos pide el Papa Francisco y la invitación a la sinodalidad que no es otra cosa que responder desde el amor y la entrega a nuestros semejantes.

—Ivette Jiménez Maldonado,
Profesora de teología Universidad del Sagrado Corazón.


Preguntas para cultivar la palabra.

  • ¿Qué me impide amar a Dios sobre todas las cosas?
  • ¿Me acepto, me quiero, me perdono como soy? ¿Acepto y amo a los otros como son?
  • ¿Qué cosas realizo para demostrárselo?