Acompañar y Acompañarme

Jesús en la Cruz

Esta reflexión sobre las Siete Palabras ha sido pensada desde la perspectiva del acompañamiento espiritual —ya sea en contextos formales o informales— con el deseo de acompañar a las personas en medio del dolor y sembrar esperanza en este tiempo que nos ha tocado vivir.

En la cruz, Jesús no solo entrega su vida: también se revela como el gran acompañante del  sufrimiento humano. En sus últimas palabras, no habla desde un trono, sino desde la  vulnerabilidad, desde lo más hondo del dolor humano. Y es precisamente ahí, en ese  abismo, donde el Dios-con-nosotros se hace más cercano. Hoy, contemplamos sus Siete  Palabras no solo como frases memorables, sino como puentes para acompañar a quienes  también cargan sus propias cruces. 

Cada palabra es una puerta al misterio del acompañamiento: al escuchar, al sostener, al  estar presentes aun cuando no hay soluciones. Hoy, Jesús nos enseña cómo acompañar y  ser acompañados. Dispongamos nuestra mente, cuerpo y corazón para escuchar y  reflexionar sobre las Siete Palabras desde el corazón herido de Jesús.

Autor de esta reflexión:
José Rafael De la Torre Nieves, MSW, CFP
Gerente de Proyecto Pastoral / Centro Sofía

Conclusión: 

Hoy, al contemplar las Siete Palabras de Jesús en la cruz, hemos escuchado frases  pronunciadas hace más de dos mil años, que también son ecos vivos para nuestra  realidad. Jesús no solo nos redime desde el madero… también nos acompaña. Nos  

muestra que incluso en el límite del dolor, se puede seguir amando, perdonando,  confiando y dando esperanza. 

Cada palabra que brota de su boca es un acto de acompañamiento: al ladrón arrepentido,  a su madre herida, a quienes lo crucifican, a quienes sienten el abandono, a quienes  tienen sed, a quienes necesitan saber que su vida tuvo sentido, y a quienes, como Él,  deben entregarse. 

Y así como Él acompañó desde la cruz, nosotros también somos llamados a acompañar a  otros en sus propios calvarios, no con respuestas fáciles, sino con presencia fiel. No con  juicios, sino con compasión. No con certezas, sino con confianza compartida. 

Porque acompañar espiritualmente es, al final, estar junto a otro ser humano en su cruz,  ayudándole a descubrir que, incluso allí, Dios está. Que no hay noche tan oscura donde no  brille la luz de una palabra, un gesto, una mirada que comunique: “No estás solo. Dios  sigue aquí.”

Que esta contemplación nos renueve en nuestra vocación de ser presencia amorosa en  medio del sufrimiento del mundo. Que sepamos ver, escuchar, y sostener como Jesús…  hasta el final. 

Oremos: 

Señor Jesús,
desde tu cruz nos has hablado al corazón. 

Tus palabras, tan llenas de dolor como de amor,
nos revelan la profundidad de tu entrega
y la ternura de tu mirada humana y divina. 

Enséñanos a acompañar como Tú, 
a ver el sufrimiento sin huir, 
a perdonar sin medida, 
a ofrecer esperanza aún en la oscuridad. 

Danos un corazón que sepa sentir y escuchar 
el clamor de quienes caminan con nosotros. 

Haznos humildes para no querer salvar,  sino sostener. 

Haznos valientes para entrar en el misterio del dolor sin respuestas fáciles, pero con fe. 

Que nuestras manos sirvan para levantar, que nuestras palabras alivien, 
y que nuestra presencia sea signo de tu amor fiel que no abandona, que no juzga, que no se cansa. 

Hoy, ante tu cruz, 
nos entregamos contigo al Padre. 

Y te pedimos: 
haznos instrumentos de tu paz y consuelo 
en un mundo que sigue clamando desde la cruz. 

Te lo pedimos por Jesús, tu hijo, nuestro Señor.

Amén.

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