Amarás al Señor tu Dios…  y a tu prójimo como a ti mismo(Lc 10,27)

Los materiales para la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos 2024 fueron preparados por un equipo ecuménico de Burkina Faso facilitado por la Comunidad local de Chemin Neuf (CCN)[1]. El tema elegido es “Amarás al Señor tu Dios… y a tu prójimo como a ti mismo” (Lc 10,27). Hermanos y hermanas de la Archidiócesis católica de Uagadugú, de las Iglesias protestantes, de los organismos ecuménicos y de la CCN de Burkina Faso han colaborado generosamente en la redacción de las oraciones y reflexiones y han hecho de este trabajo común un verdadero camino de conversión ecuménica.   

Amar a Dios y al prójimo en medio de una crisis de seguridad 

Burkina Faso se encuentra en África occidental, en la región del Sahel, que incluye los países vecinos de Malí y Níger. Cubre 174.000 km² y tiene 21 millones de habitantes, de unas sesenta etnias. En términos religiosos, aproximadamente el 64% de la población es musulmana, el 9% se adhiere a las religiones tradicionales africanas y el 26% es cristiana (20% católica, 6% protestante). Estos tres grupos religiosos están presentes en todas las regiones del país y en prácticamente todas las familias.   

Burkina Faso atraviesa actualmente una grave crisis de seguridad, que afecta a todas las comunidades de fe. Después del gran ataque yihadista preparado desde fuera del país en 2016, la situación de seguridad en Burkina Faso y, en consecuencia, su cohesión social, se deterioró drásticamente. El país ha sufrido una proliferación de ataques terroristas, anarquía legal y trata de personas. Esto ha dejado más de tres mil muertos y casi dos millones de desplazados internos en el país. Se han cerrado miles de escuelas, centros de salud y ayuntamientos, y gran parte de la infraestructura socioeconómica y de transporte ha sido destruida. Los ataques dirigidos contra grupos étnicos específicos exacerban el riesgo de conflictos entre comunidades. En el contexto de esta grave situación de seguridad, la cohesión social, la paz y la unidad nacional han sido socavadas.  

Las Iglesias cristianas han sido expresamente blanco de ataques armados. Sacerdotes, pastores y catequistas han sido asesinados durante el culto y se desconoce el destino de otros que fueron secuestrados. En el momento de escribir este artículo, más del 22% del territorio nacional está fuera del control del Estado. Los cristianos ya no pueden practicar abiertamente su fe en estas áreas. Debido al terrorismo, la mayoría de las Iglesias cristianas en el norte, este y noroeste del país han sido cerradas. Ya no hay ningún culto cristiano público en muchas de estas áreas. Y allí donde todavía es posible el culto, generalmente con protección oficial, se ha de realizar con protección policial y ha sido necesario acortar los servicios debido a los problemas de seguridad.

Debe reconocerse que, a pesar de los esfuerzos tanto del Estado como de las comunidades religiosas, el país se está volviendo cada vez más inestable a medida que los grupos extremistas se generalizan. Sin embargo, está creciendo la solidaridad entre las religiones cristianas, musulmana y tradicionales. Sus líderes están trabajando para encontrar soluciones duraderas para la paz, la cohesión social y la reconciliación. Con este fin, por ejemplo, la Comisión de Diálogo CristianoMusulmana de la Conferencia Episcopal de Burkina Faso-Níger está haciendo un gran esfuerzo para apoyar el diálogo y la cooperación interreligiosa y entre etnias.   

Siguiendo los llamamientos del gobierno a orar por la paz, la cohesión social y la reconciliación, las Iglesias individuales continúan organizando oraciones diarias y ayunos. Se ha intensificado la acción de las diversas Iglesias católicas y protestantes para ayudar a las personas desplazadas. Se han organizado encuentros de reflexión y sensibilización para promover una mejor comprensión de la situación y del valor de la fraternidad, y elaborar estrategias para la vuelta a una paz duradera. Esta esperanza también se refleja en el proverbio tradicional de Mossi[2]: “No importa la naturaleza o la duración de la lucha, llegará el momento de la reconciliación”.  

La invitación a trabajar juntos en los textos de la Semana de oración por la unidad de los cristianos 2024 es un desafío para las diferentes Iglesias de Burkina Faso a caminar, orar y trabajar juntas en el amor mutuo durante este período difícil para el país. El amor de Cristo que une a todos los cristianos es más fuerte que las divisiones y los cristianos de Burkina Faso se comprometen a recorrer el camino del amor a Dios y del amor al prójimo. Confían en que el amor de Dios vencerá la violencia que actualmente aflige a su país.   

El texto bíblico 

La centralidad del amor en la vida cristiana

El amor es el ‘ADN’ de la fe cristiana. Dios es Amor y “el amor de Cristo nos ha reunido en uno”[3]. Nuestra identidad común se encuentra en la experiencia del amor de Dios (cf. Jn 3,16) y revelamos esa identidad al mundo en el modo en que nos amamos unos a otros (Jn 13,35). En el pasaje seleccionado para la Semana de oración por la unidad de los cristianos 2024 (Lc 10,25-37), Jesús reafirmó la enseñanza judía tradicional del Dt 6,5 2Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, y con todas tus fuerzas”; y de Lv 19,18b “amarás a tu prójimo como a ti mismo”.

En el pasaje del evangelio, el doctor de ley pregunta inmediatamente a Jesús: “¿Y quién es mi prójimo?” La cuestión de hasta dónde debía llegar la obligación bíblica de amar era una cuestión controvertida entre los doctores de la ley. Tradicionalmente, se creía que esta obligación se extendía a los israelitas y a los extranjeros residentes. Más tarde, con el impacto de las invasiones de potencias extranjeras, el mandamiento se entendió sin aplicarse a los extranjeros de las fuerzas de ocupación. Con el tiempo, a medida que el judaísmo mismo se fragmentaba, a veces se entendía que se aplicaba solo a los del propio grupo. La pregunta hecha a Jesús por el doctor de la ley es, por lo tanto, provocativa. Jesús responde a la pregunta con una parábola que muestra un amor que se extiende mucho más allá de los límites esperados por el doctor de la ley.

Muchos escritores cristianos primitivos como Orígenes, Clemente de Alejandría, Juan Crisóstomo y Agustín vieron en esta parábola el proyecto de salvación de Dios para la humanidad. El hombre que bajaba de Jerusalén era imagen de Adán, es decir, toda la humanidad, descendiendo del paraíso a este mundo, en peligro y vulnerable, y en los ladrones vieron una imagen de los poderes terrenales hostiles que nos asaltan. Cristo mismo es representado por aquel que, movido por la compasión, acudió en ayuda del hombre medio muerto, curó sus heridas y lo llevó a una posada segura, que es la imagen de la Iglesia. La promesa del samaritano de regresar fue interpretada como un presagio de la promesa de la futura venida del Señor.

Los cristianos están llamados a actuar como Cristo, amando como el Buen Samaritano, mostrando misericordia y compasión a los necesitados, independientemente de su identidad religiosa, étnica o social. Lo que nos impulsa a acudir en ayuda del otro no es lo que tengamos o no en común con él, sino el amor al “prójimo”. Sin embargo, esta visión del amor al prójimo que Jesús nos propone está de capa caída en el mundo de hoy. Las guerras en tantas regiones, los desequilibrios en las relaciones internacionales y las desigualdades generadas por los ajustes estructurales impuestos por las potencias occidentales u otros agentes externos inhiben nuestra capacidad de amar como Cristo. Los cristianos solo podemos convertirnos en prójimos, al estilo del buen samaritano en el Evangelio, aprendiendo a amarnos unos a otros independientemente de nuestras diferencias.

El camino del ecumenismo 

Jesús oró para que todos sus discípulos fueran uno (Jn 17,21), y así los cristianos no pueden perder la esperanza o dejar de orar y trabajar por la unidad. Están unidos por su amor a Dios en Cristo y por la experiencia de conocer el amor que Dios les tiene. Reconocen esta experiencia de fe el uno en el otro cuando oran, adoran y sirven a Dios juntos. Sin embargo, en las relaciones intereclesiales, incluso en Burkina Faso, esto sigue siendo un desafío. La falta de conocimiento mutuo entre las iglesias y la sospecha mutua pueden debilitar el compromiso en el camino del ecumenismo. Algunos pueden tener temor porque el ecumenismo pueda conduzca a una pérdida de identidad denominacional e impedir el ‘crecimiento’ de la Iglesia. Tal rivalidad entre las Iglesias es contraria a la oración de Jesús. Al igual que el sacerdote y el levita en el pasaje del evangelio, los cristianos a menudo pierden la oportunidad de relacionarse con hermanos y hermanas debido al miedo. Durante la Semana de oración por la unidad de los cristianos, pedimos al Señor que venga en nuestra ayuda, para curar nuestras heridas y así permitirnos recorrer el camino del ecumenismo con confianza y esperanza[4].   

La unidad de los cristianos al servicio de una paz y una reconciliación más amplias 

El contexto específico de Burkina Faso refleja la necesidad de poner el amor en el centro de la búsqueda de la paz y la reconciliación. Esta búsqueda a menudo se ha visto mermada por la pérdida de valores y de un sentido compartido de humanidad y por una disminución de la preocupación por el bien común, la honradez, la integridad y el patriotismo. La búsqueda de la reconciliación también se ha visto debilitada por el empobrecimiento espiritual y por la búsqueda de ganancias fáciles. Frente a estas realidades, el imperativo de testimoniar el amor de Dios es aún más apremiante.    

Pasar de la división a la unidad en Burkina Faso

Las comunidades cristianas en Burkina Faso tratan de vivir la llamada al amor a través de la hospitalidad mutua. Esto es particularmente evidente durante la Semana de oración por la unidad de los cristianos. Han comprometido recursos humanos y financieros para traducir el texto ecuménico francés de la Biblia (Traduction Oecuménique de la Bible) a las lenguas locales, ayudando así a conducir a los cristianos a la ‘posada’ de la Palabra de Dios (cf. Lc 10,34). Además, visitan las Iglesias de los demás y comparten la oración. También cooperan en la promoción de la fraternidad humana, la paz y la seguridad en Burkina Faso. Llevan a Cristo a sus hermanos y hermanas cuando curan las heridas de aquellos que caen en las garras de la pobreza y las dificultades.

Sin embargo, como dice un proverbio africano, “El árbol no debe ocultar el bosque”. Estos ejemplos ecuménicos positivos no pueden ocultar muchos desafíos que aún quedan para lograr la unidad. A pesar de sus esfuerzos por hacerse prójimos de todos los que confiesan al Dios Trino, las Iglesias de Burkina Faso siguen intentando amarse verdaderamente según el mandato de Cristo. A veces se relacionan entre sí como samaritanos y judíos, divididos cultural y teológicamente y en clima de enemistad y hostilidad. La continua desunión los desfigura y reconocen la necesidad de una conversión ecuménica, para poder derramar el aceite y el vino de la sanación sobre las heridas de los demás.   

La posada en la parábola del Buen Samaritano fue frecuentemente interpretada por los Padres de la Iglesia como una imagen de la Iglesia. Así como el samaritano llevó al hombre herido a la posada, así Cristo confía a los heridos y necesitados del mundo a nuestras Iglesias, para cuidar sus heridas y ayudarlos a recuperar la salud. Esta misión al servicio del mundo es también camino hacia la unidad, que es un don de Dios para el pueblo de Dios.  


[1] . Puede encontrar más información sobre CCN en el Apéndice 3.

[2] . El pueblo Mossi es el grupo étnico más grande de Burkina Faso.   

[3] . Ubi caritas (atribuido a Paulino de Aquilea).

[4] . Para obtener información sobre cómo las Iglesias de Burkina Faso están trabajando juntas, véase el Apéndice 2.