Magdalena Sofía Barat

Estudiar a Magdalena Sofía y su Pedagogía es siempre descubrir algo nuevo; hacer vida esta Educación que brota del don de una rica Espiritualidad es un reto y una gracia que el Señor ha de concedernos. Veamos algo de los rasgos de esta mujer que puede apasionarnos y, a la vez, estimularnos a hacer realidad los objetivos educativos del Sagrado Corazón en nuestro servicio educativo. 

SU BIOGRAFÍA

“Sofía Barat nació en la noche del 12 de diciembre de 1779; la última de una familia de tres hijos. Joigny, su ciudad natal, situada en el actual departamento del Yonne (Francia), tenía una actividad económica ligada, sobre todo, al viñedo y al bosque. Los padres de Sofía provenían ambos de familias de toneleros. Perteneciente a la pequeña burguesía rural, la familia Barat, en progresiva ascensión social, era acomodada y comprendía la importancia de los estudios.

Nacida prematuramente, Sofía era menuda, baja para su edad y se veía obligada a subirse a un taburete para que la viese el párroco, cuando le enseñaba el catecismo. Pero si la contextura era frágil, la niña era impetuosa. Tímida, sus primeras reacciones eran impulsivas. Sofía Barat tuvo siempre réplicas prontas y palabras mordaces. Le gustaban las diversiones, los paseos por las colinas. Se encariñaba con facilidad con los que la rodeaban y lo demostraba con gestos de afecto espontáneo

Gracias, sobre todo a su madre, Sofía tuvo la suerte de recibir una educación, nada común con la que podían recibir la mayor parte de los adolescentes de su medio social. A los diez años, su hermano Luis, once años mayor que ella, se encargó de organizar, de modo eficaz, aunque un tanto áspero, sus estudios. Muy dotada, Sofía logró así una cultura muy extensa, continuando en casa, el programa que Luis enseñaba en el colegio de Joigny, donde era profesor: historia antigua y moderna, sagrada escritura, latín, matemáticas, griego, física, rudimentos de hebreo, nociones amplias de italiano y de español, que le permitieron leer “El Quijote” en el texto original. Este programa era pesado, pero a Sofía le encantó. Al mismo tiempo que le dio el gusto por la lectura, la preparó para la tarea de educadora, que iba a ser la suya

Sofía había manifestado también su precocidad, al decidir, a los cinco años, consagrase a Dios. En 1789, hizo su primera comunión. Su vida es piadosa y fervorosa, marcada por una misa matinal diaria en su parroquia de San Thibaut. A los catorce años, decide hacer voto de virginidad. Un poco antes, sin duda, la familia Barat había comenzado a abandonar el jansenismo, gracias a la mediación de Luis Barat, que había comprado en París, durante una de sus estancias en la capital, unas imágenes del Corazón de Jesús y del Corazón de María. Era, delante de estas imágenes, que le descubrían otro aspecto del misterio de Dios, donde la familia se reunía para la oración diaria.

La Revolución perturbó la vida de la familia Barat. Cuando la Santa Sede condena su legislación y amenaza después con excomunión a los clérigos que la hubiesen aprobado, Luis Barat que había prestado juramento a la nación y al Rey, se retracta. Obligado a la clandestinidad, se oculta, durante algún tiempo, en un pequeño alojamiento, del desván, en la calle Davier. Los bienes de los Barat son puestos bajo secuestro. Y Luis, por temor a poner en peligro la vida de los suyos, termina por huir a París, donde es arrestado en Mayo de 1793 y se libra por milagro de la guillotina. Sofía manifiesta, entonces, su fuerza de carácter ayudando a su madre a recuperar el ánimo, pero ella guardará de aquellos días una obsesión de la Revolución, que identificaba con un “tiempo de odio contra Jesucristo”. Todavía, en 1840, la Marsellesa la hacía temblar y, en 1848, aún asociaba las manifestaciones populares al período revolucionario del “Terror”.

Liberado en Enero de 1795, Luis Barat se ordena sacerdote en Septiembre del mismo año. Y se pregunta si su hermana no debería abandonar Joigny para proseguir en París, bajo se dirección, sus estudios y formación religiosa.

Sofía duda, dividida entre el amor por su madre, a la que sabía frágil, y su deseo de vida religiosa, que no tenía los medios de realizar. Fue su padre el que decidió en favor de la marcha. Y Sofía deja Joigny, por barco, en Septiembre de 1795.

Su hermano la instaló en París, en el número 2 de la calle de Touraine, (actualmente, el número 4 de la calle de Saintonge). Allí celebra él, clandestinamente, la misa. Sofía se encarga de la enseñanza de los niños del barrio, asegurando así la enseñanza del catecismo, y prosigue su formación religiosa y profana, rodeada de algunas jóvenes, con las que comienza un ensayo de vida común. Sofía sueña con el Carmelo, pero en la oración tiene la intuición de una vida espiritual y religiosa, que daría una forma nueva al culto del Sagrado Corazón, asociando culto del Santísimo Sacramento y educación de las jóvenes; interioridad y actividad apostólica.

En otoño de 1800, tiene un encuentro decisivo con el P. José Varin, que, de vuelta de la emigración, trataba de difundir en Francia un instituto femenino de vida religiosa, fundado recientemente, llamado las “Dilette di Gesú”, que tenían el deseo de consagrarse a la educación de las jóvenes, como medio para extender el amor del Corazón de Jesús. El 21 de noviembre de 1800, Sofía Barat hace su primera consagración religiosa, en la capilla de la calle Touraine frente al Cuadro de la Virgen de la Sociedad.

Un año más tarde, el 13 de noviembre de 1801, una primera comunidad, formada con otras dos jóvenes originarias de la Picardía, Henriette Grosier y Géneviève Deshayes, se instala en Amiens: una vida religiosa apostólica original iba a poder tomar forma”.

Hasta aquí: Texto tomado de la Página web de las Religiosas del Sagrado Corazón de Jesús. Internacional. 20 de mayo de 2012. rscjinternational.org

Tiene aportes específicos e innovadores en el campo de la educación: confía en la ‘educabilidad de la mujeres.

El primer colegio del Sagrado Corazón se abre en Amiens, Francia, en 1804. 

Filipina Duchesne, su gran amiga y compañera, sale de Francia hacia Estados Unidos, en el año 1818, abriendo así a la Congregación a las misiones internacionales. 

Dotada de una capacidad de relación extraordinaria, fraguó a lo largo de sus 85 años una personalidad muy rica. Fue capaz de asumir su proceso de crecimiento personal, de madurar en sus relaciones personales y comunitarias, de orientar a la Congregación al fin propuesto pasando por las crisis y dificultades normales en el desarrollo de una obra como ésta. Supo integrar una profunda vida de oración con las actividades propias de su responsabilidad como fundadora y superiora general durante 63 años, con una visión abierta y creativa para su tiempo en el campo de la educación. 

Tiene aportes específicos e innovadores en el campo de la educación: confía en la ‘educabilidad de la mujer’, en su capacidad de alcanzar un desarrollo intelectual equiparable al de los varones; es consciente de las posibilidades de transformación social de las mujeres a través de sus relaciones familiares y sociales y de su servicio a los demás; en todo momento tiene presente la realidad que la circunda y busca incidir en ella; manifiesta una abierta preferencia por las personas más necesitadas en todos aspectos, y a la vez pone el acento en la atención en aquéllas que pueden influir más en su medio. Espera de las alumnas del Sagrado Corazón una vida de fe y de oración bien fundamentadas, un carácter templado en la austeridad y la disciplina, una preparación académica sólida, una afectividad madura, un desarrollo armónico de sus capacidades y habilidades, y un compromiso social serio; como ella decía ‘una alumna del Sagrado Corazón no puede salvarse sola’. 

A su muerte, acaecida en 1865, hay 3000 religiosas del Sagrado Corazón, la congregación se encuentra desde 1818 en América (Estados Unidos, Chile y Cuba), a lo largo de estos años, en Europa se ha extendido por Francia, España, Italia, Inglaterra, Irlanda, Austria. Existen los Colegios —llamados pensionados— para alumnas de las clases dirigentes, las Escuelas para alumnas de escasos recursos, los Orfanatos fundados especialmente para las niñas huérfanas del cólera, una escuela en París para niñas con problemas ortopédicos, una escuela para sordomudas en Chambéry, etcétera. 

Deja a la Sociedad del Sagrado Corazón una herencia educadora que se ha transmitido de generación en generación, enriquecida con los aportes que las Ciencias de la Educación le dan, es tal la fuerza de su raíz y la visión inicial de Magdalena Sofía, que su pedagogía ha podido conservar su ESPÍRITU Y SU VITALIDAD, a través del tiempo y del espacio. Hoy, en más de 40 países del mundo, a través de diferentes obras según la realidad de cada lugar y las necesidades específicas, la GRAN FAMILIA DEL SAGRADO CORAZÓN sigue haciendo vida esta Pedagogía que ha sido un regalo de Dios para la Iglesia y el Mundo.”. 

Texto elaborado por Consuelo Armida M., rscj.