Hagamos latir con más fuerza nuestro corazón solidario

Mensaje de inicio de 2do Semestre 2019-20.

«En verdad les digo que, cuando lo hicieron con alguno   de los más pequeños de estos mis hermanos, me lo hicieron a mí.» (Mt. 25,40.) 

Un nuevo año siempre trae novedades. En este 2020, la historia, otra vez, nos enfrenta  a nuevos desafíos de toda índole. El pasado mes de enero fue tan cargado  emocionalmente, que muchos de nosotros, cuando el reloj marcó las 12:00 a. m. del 1  de febrero, celebramos entre abrazos y felicitaciones agridulces el inicio de un nuevo  mes con las inmensas ganas de comenzar de nuevo o despertar de un mal sueño. La  vida nos ha temblado fuerte, nos ha triplemente estremecido. 

Primero se estremeció el suelo. Experimentamos la fuerza de la Madre Tierra que, por  un lado, busca “acomodarse” y “ajustarse” para seguir abrazándonos, acogiéndonos. Por  otro, nos grita su necesidad de ser protegida y cuidada. Luego de las primeras sacudidas,  nos estremeció un segundo terremoto, más fuerte y doloroso, pero no de naturaleza  telúrica, sino más bien humana. Se nos agrietó el corazón al ver las casas quebradas y  sus familias en la calle. También temblamos de impotencia al ver el miedo latente en las  personas que han perdido la seguridad en el hogar que siempre les había brindado  protección y cobijo. 

Sin embargo, hay un terremoto que desde el 2017 nos remece con sus brutales réplicas.  Los fenómenos naturales solo evidencian cómo se minan continuamente nuestra  dignidad y confianza como pueblo. Estos acontecimientos deben despertarnos,  confrontarnos e incomodarnos, a tal punto que salgamos de la comodidad de la  indiferencia y reconozcamos la urgencia de un cambio de paradigma en el ejercicio de la ciudadanía, el liderazgo y de la gobernanza. ¡Sagradeños, he ahí nuestra gran tarea!  

Somos testigos de un pueblo fuerte, que se reconstruye de entre los escombros sobre  las bases sólidas de la compasión, la cooperación y la solidaridad. Son las miles de  muestras de cariño, ayuda y consuelo, las que mantienen encendida la llama de la  esperanza de que aún es posible construir el Puerto Rico que soñamos. Sagrado, la vida  nos reclama una transformación radical en nuestra forma de ser país. Inspirados por  nuestra misión, tenemos la importante tarea de apoyar este cambio.  

¡Nuestro pueblo necesita más corazones jóvenes dispuestos a latir con fuerza solidaria!  Faltan corazones líderes latiendo firmemente por la legítima gobernanza y contra la  corrupción y la impunidad. Urgen corazones hermanos que sintonicen su latir con los  latidos de los corazones de quienes sufren la iniquidad y el descarte. 

Este nuevo semestre es una oportunidad para que, como universidad, trabajemos  juntos(as) para alcanzar y vivir la justicia que merecemos; no permitiremos que se  apague el fuego que arde en nuestro corazón (cf Lc 24, 32). Reafirmemos nuestro  compromiso con un proyecto educativo que forme en y desde la compasión, la justicia y  la solidaridad, sintiendo el latir del Corazón de Jesús, cuyo amor sigue vivo en los  corazones de todos(as) los que luchan y trabajan por la paz.  

“Porque tuve hambre y ustedes me dieron de comer; tuve sed y ustedes me dieron de beber. Fui  forastero y ustedes me recibieron en su casa. Anduve sin ropas y me vistieron. Estuve enfermo  y fueron a visitarme. […] Y el Rey responderá: «En verdad les digo que, cuando lo hicieron con  alguno de los más pequeños de estos mis hermanos, me lo hicieron a mí.»” (Mt. 25, 35-36.40.)

Con mucho cariño,

Hna. Madeline Ortiz Rivera, rscj
Directora
y Equipo del
Centro de Pastoral Universitaria