“Estos, ¿no son seres humanos?”

El 10 de diciembre de 1948, la Asamblea General de las Naciones Unidas firmó la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Casi cinco siglos antes, sin embargo, el 21 de diciembre de 1511, un fraile dominico misionero en la Isla de La Española y teólogo de la Escuela del Convento de San Esteban de Salamanca, predicó un sermón en el que defendió la dignidad de los hombres y mujeres nativos ante la esclavidad a la que se les sometía. Fray Antón de Montesinos, así, desató una revolución económica y política en el proceso de colonización española en América a partir de la reflexión del Evangelio que se leyó en aquel Cuarto Domingo de Adviento.

El reconocimiento de las palabras proféticas de Isaías “Ego vox clamantis in deserto” (Is 40, 3) en la predicación el precursor del Mesías, Juan el Bautista (Mt 3, 1-3), lleva a la primera comunidad de frailes dominicos en América a denunciar los atropellos físicos, culturales e incluso religiosos que se cometía contra los nativos caribeños por parte de los encomenderos. Así como el Bautista llamaba “raza de víboras” a los fariseos y saduceos que se acercaban al rito de cambio de vida que se celebraba en el Jordán, el teólogo de Salamanca, según cuenta fray Bartolomé de las Casas, conminaba a los que venían a Misa: “todos estáis en pecado mortal y en él vivís y morís, por la crueldad y tiranía que usáis con estas inocentes gentes.” Preparar el camino para la llegada de Jesús, el Amor Todopoderoso y Encarnado de Dios, exigía que se reconocieran derechos a los caribeños pues compartían con todos la dignidad humana: “Estos, ¿no son hombres? ¿No tienen ánimas racionales? ¿No sois obligados a amallos como a vosotros mismos?”.

El grito por los derechos universales del ser humano que se ha levantado por tantos siglos desde los valores del Evangelio son exigencia cristiana enseñada hasta hoy por la doctrina Católica. En el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia de 2005, se afirma que “La Iglesia ve en estos derechos [los de la Declaración Universal de los Derechos Humanos] la extraordinaria ocasión que nuestro tiempo ofrece para que, mediante su consolidación, la dignidad humana sea reconocida más eficazmente y promovida universalmente como característica impresa por Dios Creador en su criatura (n. 152). Así, vivir en Gracia implica para cada una y para cada uno reconocer, promover y defender la dignidad de cada ser humano en su diversidad como lo indican los derechos humanos. Su falta de reconocimiento, la inercia en su promoción y defensa así como la violación, como lo predicó Montesinos a nombre de toda su comunidad de frailes, nos lleva a pecar mortalmente. Una infracción grave de la ley de Dios es aquella que destruye la caridad en el corazón humano: pisotear los derechos intrínsecos de otro ser humano constituye materia de pecado mortal (cf. Catecismo n. 1855).

Si el papa san Juan Pablo II definió la Declaración Universal de los Derechos del Hombre, proclamada por las Naciones Unidas el 10 de diciembre de 1948 «una piedra miliar en el camino del progreso moral de la humanidad» (Compendio n. 152) podemos comprender cómo el Sermón de Montesinos de 1511 sigue representando un fundamento evangélico para nuestra dedicación a vivir el Cristianismo como un esfuerzo por promover a todos los seres humanos y a todo el ser humano. Es lo que ha enseñado el papa Francisco contra la “cultura del descarte” que pisotea a los seres humanos y sus comunidades sociales. Vivir desde la perspectiva de los valores de Jesús y su Evangelio compromete a “enderezar los caminos” para que en cada mujer y cada hombre brille nuevamente la Encarnación de la imagen y semejanza de Dios.

Para saber más sobre enseñanzas del papa Francisco acerca de los Derechos Humanos y su declaración universal:

El Papa: “Llamados a respetar los derechos fundamentales de cada persona” – Vatican News

Mensaje del Santo Padre a los participantes en la Conferencia Internacional: “Los Derechos humanos en el mundo contemporáneo: conquistas, omisiones, negaciones”, en programa este 10 y 11 de diciembre en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma.